Basura espacial: un desafío para la Tierra y el espacio
Exploración de la órbita terrestre: satélites y desechos en el espacio
Conforme aumentan las actividades humanas en el espacio, también es más frecuente que los residuos de dicha industria -o basura espacial- se precipiten hacia la superficie del planeta.
"Es algo a lo que nos tenemos que acostumbrar", dice en entrevista remota el ingeniero aeroespacial español Alberto Águeda, director de Vigilancia y Gestión de Tráfico Espacial de la empresa GMV.
Tan sólo en 2024, mil 200 objetos de manufactura humana regresaron desde el espacio, de acuerdo con el último informe de la Oficina de Desechos Espaciales de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés); es decir, un promedio de 3.2 residuos íntegros reingresaron en la atmósfera terrestre cada día.
En México, uno de los dos eventos que recientemente acapararan la atención por parecer, a primera vista, el paso de un meteoro surcando el cielo, en realidad, el que fue observado en Michoacán y Jalisco, no fue sino el reingreso de los ardientes restos de algún artefacto.
"No se sabe bien dónde cayó, y se cree que fue un resto de un satélite chino que termina su vida útil y que, intencionalmente o no, se le asigna que ingrese a la atmósfera terrestre", añade en entrevista telefónica Raúl Gutiérrez Zalapa, académico del Instituto de Geofísica Unidad Michoacán (IGUM) de la UNAM, donde participa en el monitoreo de clima espacial y objetos cercanos a la Tierra.
La velocidad de desplazamiento y el color de la luz desprendida dio a los especialistas mexicanos la pista de que se trataba precisamente de un objeto residual, que usualmente son restos de cohetes, satélites en desuso y numerosos fragmentos que resultan de colisiones y explosiones de dispositivos.
A decir de Águeda, actualmente está reentrando a la Tierra un satélite del tamaño de un autobús, de más de 5 mil kilogramos, cada seis meses; o sea, dos veces al año. A su vez, semanalmente lo hace un satélite de las dimensiones de un automóvil de arriba de una 1 tonelada.
"Y esto es cada vez más habitual, porque como cada vez lanzamos más satélites, pues cada vez van a reentrar (al planeta) también más satélites. Pero eso es bueno, es bueno que suceda eso porque, si no, se quedan encima dando vueltas alrededor, y es un problema para los futuros satélites", apunta el español, considerado uno de los mayores expertos en basura espacial.
En la órbita terrestre baja, que es la región del espacio que se extiende entre los 160 y los 2 mil kilómetros de altitud, los más de 10 mil satélites operativamente activos y la Estación Espacial Internacional (EEI) misma orbitan junto con residuos de distintas dimensiones: 50 mil de más de 10 centímetros; 1.2 millones mayores a 1 centímetro, y 130 millones de más de 1 milímetro, detalla el informe de la ESA.
Tanto Águeda como Gutiérrez Zalapa coinciden en que la caída de estos desechos no implica algún riesgo mayúsculo por el cual preocuparse. Por un lado, esos millones de fragmentos diminutos no suelen sobrevivir "a la fricción que se produce entre la velocidad que llevan y cómo van cruzando las capas de la atmósfera terrestre", precisa el académico del IGUM.
En el espacio, no obstante, la velocidad a la que orbitan -alrededor de 28 mil kilómetros por hora- hace que resulten peligrosos para los satélites activos; "los taladrarían como una bala, son prácticamente balas", equipara Águeda, enfático en cuanto al riesgo que esto representa para las distintas operaciones satelitales de comunicaciones, monitoreo atmosférico, geoposicionamiento y demás.
"Entonces, no nos tenemos que preocupar. El problema está allá arriba, está en el espacio", subraya el especialista español, quien comparte que un monitoreo como el que realizan en GMV para evitar que desechos espaciales colisionen con satélites permite también anticipar el reingreso de residuos de mayor dimensión y cuyo impacto sí pudiera causar un gran daño.
"Podemos predecir por dónde va a pasar y más o menos cuándo va a caer, con lo cual la gente puede estar avisada. Y es lo que se hace al día de hoy".
Sin embargo, Águeda refiere que la probabilidad de que alguien sea alcanzado por un fragmento de basura espacial cada año es de cerca del 2 por ciento, y que se espera que haya apenas una muerte por esta causa en las siguientes décadas.
"Aunque estén reentrando muchos objetos, no hay que preocuparse por eso porque es mucho menos mortífero que la enfermedad menos mortífera que podamos pensar", insiste.
'Un enfermedad en el espacio'
Si bien el análisis de la ESA estima en unas 13 mil toneladas el actual cúmulo de basura espacial, siendo la órbita baja la zona más congestionada, pensar esto como una suerte de vertedero le parece a Águeda incorrecto.
"Sí, hay muchos objetos, pero el espacio es muy grande, y no es que estén ahí todos juntos y que parezca que todos van a chocar. No. El espacio es muy grande, y sí que es verdad que podemos considerarlo como si fuera un entorno que hay que proteger, igual que pasa con los mares y la contaminación", agrega el experto.
"A mí gusta presentar la basura espacial como una enfermedad que hay en el espacio, imaginemos que es una especie de pandemia".
Y, como ante toda enfermedad, lo principal es la prevención, que en este caso se traduce en regulación y buenas prácticas, en principio, para evitar que se sigan generando más residuos.
Organismos internacionales y agencias espaciales han promovido iniciativas y definido guías, como las Directrices para la Mitigación de Desechos Espaciales que publicó en 2002 el Comité Interinstitucional de Desechos (IADC).
Entre los avances positivos, la ESA destaca que en 2024, por primera vez, las reentradas controladas de cuerpos de cohetes superaron en número a las no controladas.
"Se debe hacer que las compañías y las naciones que tengan alguna red o cúmulo de satélites, pues que tengan la obligatoriedad de administrar la vida útil del objeto y, sobre todo, que cuando llegue el momento puedan saber ellos o programar el objeto mismo para que se sepa dónde va a caer", sugiere Gutiérrez Zalapa.
Águeda, no obstante, señala la dificultad para un obligado cumplimiento de cualquier medida, en tanto los operadores suelen estar sujetos más bien a las legislaciones de cada país -cuando las hay-. En otras palabras, dado que "el espacio es de todos y no es de nadie", no existe una normativa universal a la que haya que apegarse.
Aunado a esto, las tensiones geopolíticas, y el hecho de que los satélites representen importantes blancos de ataque, contribuyen a un panorama espacial adverso.
Pese a esto, Águeda se dice optimista dado que cada vez hay mayor consciencia de este problema, y que se avanza en soluciones tecnológicas, como la posibilidad de recolectar con una suerte de grúa-satélite esos desechos en órbita.
El ingeniero aeroespacial incluso esboza la idea de una planta recicladora en órbita que pueda aprovechar esas 13 mil toneladas de basura, aunque esto esté todavía más lejano.
"Lo que no podemos permitir es llegar a la paradoja de ser la primera civilización con la aspiración de salir de nuestro planeta, y, sin embargo, que acabemos atrapados por el hecho de que acabemos generando una corteza de basura alrededor de la Tierra", advierte.