En busca de los secretos de la música mexicana
El etnomusicólogo Daniel Gutiérrez recorre Michoacán y otros estados para entender las expresiones culturales de los pueblos originarios de México, amenazadas por el despojo territorial, la destrucción del medio ambiente y el crimen organizado
El etnomusicólogo Daniel Gutiérrez, en la Fonoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en Ciudad de México, el 17 de diciembre de 2024.
Un viejo edificio de la colonia Roma esconde un túnel del tiempo que permite viajar al pasado a través de los sonidos. En su interior aún se observan antiguos fonógrafos, cilindros de cera y cintas de carrete abierto que guardan las voces y los ritmos de épocas pasadas. Hay también letreros de presentaciones y conciertos musicales, y joyas ocultas entre acetatos, casetes y discos compactos. "Llegué a la etnomusicología por azar, creo que tiene que ver con que nuestro trabajo
tiene poca difusión y poca gente sabe qué es lo que hacemos", confiesa Daniel Gutiérrez, investigador y miembro del
equipo de guardianes que protege el tesoro de la Fonoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Entre huapangos y mariachis, jaranas y danzones, México tiene una riqueza musical inmensa, pero muy pocas personas dedicadas a estudiarla. "No creo que haya más de 50 o 60 licenciados en todo el país, aunque ese número es mayor si sumas a quienes tienen estudios de maestría o doctorado", asegura el académico de 48 años.
Una carrera "rara"
El interés por la música del mundo ha sido una constante en la historia, pero no fue hasta el siglo XIX que hubo los primeros acercamientos sistemáticos para documentar y registrar las expresiones artísticas de distintas sociedades, con vastas colecciones de sus instrumentos y los primeros archivos fonográficos. La etnomusicología ha evolucionado desde mediados del siglo pasado hasta convertirse en una disciplina que trata de entender la cultura a través de la música y la música como cultura, con una perspectiva más antropológica y un mayor enfoque en su uso social, explica Gutiérrez.
"Es una carrera hermosa, que te acerca a la gente y te permite escuchar las cosas de manera diferente, con otros oídos", cuenta el investigador del INAH. "Hay todo un conocimiento que se transmite a través de la música, a lo mejor uno puede escuchar un son o una pieza, pero detrás de eso, hay toda una serie de experiencias sociales que dan cuenta por qué se practica esa música en ese momento".
"Es una carrera ardua", asegura el etnomusicólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Quienes deciden dedicarse a esto normalmente pasan por tres años de propedéutico para pulir sus conocimientos musicales y ocho semestres más del plan de estudios propiamente. Sólo 15 aspirantes se inscribieron para cursar la licenciatura en la UNAM durante el ciclo escolar 2023-2024 y se abrieron 11 vacantes.
El poco conocimiento sobre la disciplina llegó a la cultura popular en Intensamente 2, donde los personajes de la película animada se mofan de que nadie sabe qué hace un etnomusicólogo, una de las opciones profesionales de su protagonista. "Mira, papá, es a lo que te dedicas", recuerda Gutiérrez sobre lo que le comentaron sus hijos, sin dar importancia al chascarrillo. El investigador menciona que existe también el estigma de que es una carrera mal pagada y con pocas salidas laborales. Sin embargo, Gutiérrez señala que sus colegas han explorado cada vez más formas de ejercer la profesión al margen de la investigación académica, desde la gestión cultural hasta la interpretación de música tradicional. También ha cambiado gradualmente la noción de que la disciplina está confinada a las aulas académicas.
El sonido del pasado y el presente
Desde hace 25 años, Gutiérrez ha hecho trabajo de campo para adentrarse en la tradición musical en México, en especial en su natal Michoacán. "Obviamente, tiene que ver con esta cuestión de buscarse a uno mismo en donde ha nacido o crecido, de añoranza de la tierra", dice en tono reflexivo. "Pero también con que uno de mis maestros me convenció de que era un terreno poco conocido, sobre todo la costa, una zona que nadie había explorado", cuenta
Gutiérrez ha estudiado el minuete mariachero en la costa michoacana y su vínculo con los contextos religiosos y los ciclos agrícolas. Ha tratado de entender la realidad de los voladores de la comunidad mazahua San Pedro Tarimbaro (similares, pero menos conocidos que los voladores de Papantla) y cómo la declaratoria de patrimonio cultural ha atravesado las relaciones sociales, los conflictos locales por la preservación de la tradición, e incidido en la desigualdad. Se ha acercado a los nahuas de Aquila para descifrar su visión de la música y sus nexos con lo divino, lo humano y lo místico; de cómo se dice que músicos conocidos como "encantados" tienen "un pacto con el diablo", dones como la ubicuidad y una necesidad imperante de diferenciarse de otros miembros de la comunidad. Ha documentado cómo se usa la copla mariachera en esa región para hablar de lo que no se suele poder hablar: del otro y de las amenazas que vienen de fuera.
"Yo soy un gavilancillo que ando por aquí volando. No se asusten pichoncitos, palomas ando buscando", canta el etnomusicólogo, mientras intenta acordarse de la letra. De pronto, el etnomusicólogo recuerda que durante una visita a una comunidad de la costa, los hombres mayores lanzaban coplas a un grupo de investigadores cuando los veían cruzando palabra con las muchachas del lugar. "Gavilancillos, gavilancillos, ¿ya viste sus alas? ¿ya viste sus picos? Al poco tiempo, nos dimos cuenta de los gavilancillos éramos nosotros, era una forma de hablar de la alteridad, de los recién llegados", relata. "No sólo se trata de registrar y compilar las coplas, sino de entender qué dicen de la vida diaria, por qué se habla de gavilanes y víboras cuando aparecen los mestizos, cómo los animales son una alegoría de algo más", afirma el investigador.