La bola de nieve
Un mundo nuevo, por demás raro
La primer noche que ingrese después de la maratónica bienvenida de tres horas, me metieron al cuarto, que era dormitorio, donde propiamente era una alfombra de cuerpos y de ahí caminando, pisando a muchos de ellos, de los adictos, me metieron al baño, donde había 17 adictos, en un reducido baño con dos excusados, tres regaderas, un lavamanos y una tina para los orines, estaba sumamente apretado, quiero decirte, que de los 18 adictos que estuvimos esa noche ahí, el único sobreviviente soy yo.- Todos murieron, la mayoría, de sobre dosis de heroína.-
Una incongruencia tras de otra
Viví en vivo y a todo color el síndrome de supresión, quitarle a mi cuerpo la botella de vodka, que me bebía a diario, la gran cantidad de cocaína, de 10 a 15 pases, también quítale la morfina sintética que me inyectaba, 3 mg en la mañana 3 miligramos en la tarde y 3 mg en la noche, más a ese cuerpo, déjalo sin el tafil y las pastillas antidepresivas que me suministraba todas las noches y por supuesto las casi 3 cajetillas de cigarros que me fumaba durante el día, de inmediato, me pegó y muy fuerte el síndrome de supresión, ellos no sabían de este tema y yo mucho menos, cada vez que iba a obrar, sangraba a chorros, arrojaba coágulos de sangre, estaba asustado, aparte, un dolor de huesos insoportable, que no me dejaba estar tranquilo ni un instante y en la desesperación, hacía una lucha porque me sacaran e hice el intento de mandar un fax, así como recados y mensajes a muchas personas de afuera, pero ellos se daban cuenta de todo y tiro por viaje, me daban silla, la silla es un método de ayuda, castigo, que le dan a los ingobernables como a mí y la ayuda consistía en qué el padrino, director del centro, los apoyos, así como, el primero, segundo y tercero de anexo, el primero, segundo y tercero de guardia, el primero, segundo y tercero de cocina, el enfermero y otros más, tomarán la tribuna para insultarte y denigrante, las típicas frases y palabras eran sátrapa de m***, hijo de tu puta madre, malnacido, cara de homosexual reprimido y tantas y tantas groserías ofensivas, sin que tú te pudieras mover y protestar porque si lo hacías así te iba a ir y cada vez que era la ayuda muy seguido, me castigaban durmiendo en una silla de aluminio frente a una pared y llegaron a ponerme dos marcapasos, dos adictos que cuidaban de todos mis movimientos, por supuesto, sin cigarros y otros privilegios.